jueves, 13 de febrero de 2014

Marcelo Ebrard y los retazos de la izquierda

@Javier_Rosiles


El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y el Partido Movimiento Ciudadano (MC) han sellado una alianza con miras a las elecciones intermedias de 2015.

El objetivo es, por un lado, posicionar a Ebrard, que tenga presencia en los medios y en las importantes discusiones que se estarán prolongando por meses y que tienen en su centro la modificación de diversas leyes secundarias, particularmente las 17 que deben ser actualizadas con motivo de la aprobación de la reforma energética.

Por otro lado, MC busca mantener su registro como partido. De acuerdo con las recientes modificaciones constitucionales publicadas el pasado 10 de febrero en el Diario Oficial, los partidos deberán obtener por lo menos “el tres por ciento del total de la votación válida emitida en cualquiera de las elecciones que se celebren para la renovación del Poder Ejecutivo o de las Cámaras del Congreso de la Unión” (artículo 41) para que su registro no les sea cancelado.

Las circunstancias han favorecido la alianza. El panorama se complicó para Ebrard dentro del PRD cuando con el paso de las semanas se observó más lejana la posibilidad de que pudiera convertirse en su dirigente nacional. En el caso de MC, ya no puede apoyarse en Andrés Manuel López Obrador, concentrado ahora en obtener el registro de su propio partido, Morena, que, por lo demás, está obligado a participar solo en su primera elección para obtener el registro.

Si bien MC obtuvo 4% de los votos en la elección de 2012 para diputados federales, fue el partido que obtuvo la votación más baja, una cifra superada incluso por el número de votos nulos, que alcanzó el 4.95%. De ahí la ansiedad del dirigente principal de MC, Dante Delgado, por atraer personajes reconocidos para asegurar su registro.

Los resultados de esta alianza en el mediano plazo son de alguna manera predecibles: Ebrard se convertirá en diputado federal y MC mantendrá el registro. En el largo plazo, es decir, en el contexto de la elección presidencial de 2018, el panorama es mucho más complejo.

Es evidente que Ebrard mantiene sus aspiraciones presidenciales y por ello trabaja para construir, desde ahora, un “polo progresista”, que no es más que un intento por unir a la izquierda, o por lo menos a la mayoría de los retazos que hoy se mueven en el espacio político.

Si se toma como referencia el acto celebrado ayer en la Cámara de Diputados –en donde se convocó a formar este polo en su expresión legislativa con objeto de evitar la aprobación de las leyes secundarias en materia energética que serán aprobadas, sin mayores contratiempos, por el PRI y el PAN–, el futuro no es muy promisorio.

Al frente de izquierda se adherirán los 20 diputados de MC y 14 del PT, pero difícilmente los 101 del PRD. El coordinador de los diputados perredistas, Silvano Aureoles, de inmediato descalificó la propuesta: “la dinámica y las tareas que hay que hacer las definimos nosotros en el grupo parlamentario”, dijo.

Sin embargo, la izquierda mexicana no se limita, por supuesto, a los partidos ubicados en esa franja ideológica. Es ahí donde muy probablemente Ebrard está poniendo sus esperanzas.

“Marcelo es un político moderno y profesional que tiene la capacidad para encabezar una coalición plural con importantes fuerzas políticas y ciudadanas que impida el retroceso y, sobre todo, cambie el rumbo de México”. Así terminaba el desplegado publicado el 3 de noviembre de 2011 y firmado por 111 académicos, intelectuales, científicos, artistas y luchadores sociales, de entre los cuales podrían destacarse Agustín Basave, José Woldenberg, Marta Lamas y Mauricio Merino.

Los retazos de la izquierda quizá deban zurcirse desde la sociedad civil, esa a la que desde hace mucho no le ha quedado más que mirar, impávida, cómo los partidos que tendrían que representarla se fragmentan cada vez más bajo el beneplácito priista y panista.

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