El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y el Partido Movimiento Ciudadano (MC) han sellado una alianza con miras a las elecciones intermedias de 2015.
El objetivo es, por un lado,
posicionar a Ebrard, que tenga presencia en los medios y en las importantes
discusiones que se estarán prolongando por meses y que tienen en su centro la modificación
de diversas leyes secundarias, particularmente las 17 que deben ser actualizadas
con motivo de la aprobación de la reforma energética.
Por otro lado, MC busca mantener
su registro como partido. De acuerdo con las recientes modificaciones
constitucionales publicadas el pasado 10 de febrero en el Diario Oficial, los partidos deberán obtener por lo menos “el tres
por ciento del total de la votación válida emitida en cualquiera de las
elecciones que se celebren para la renovación del Poder Ejecutivo o de las
Cámaras del Congreso de la Unión” (artículo 41) para que su registro no les sea
cancelado.
Las circunstancias han favorecido
la alianza. El panorama se complicó para Ebrard dentro del PRD cuando con el
paso de las semanas se observó más lejana la posibilidad de que pudiera
convertirse en su dirigente nacional. En el caso de MC, ya no puede apoyarse en
Andrés Manuel López Obrador, concentrado ahora en obtener el registro de su
propio partido, Morena, que, por lo demás, está obligado a participar solo en
su primera elección para obtener el registro.
Si bien MC obtuvo 4% de los votos
en la elección de 2012 para diputados federales, fue el partido que obtuvo la
votación más baja, una cifra superada incluso por el número de votos nulos, que
alcanzó el 4.95%. De ahí la ansiedad del dirigente principal de MC, Dante
Delgado, por atraer personajes reconocidos para asegurar su registro.
Los resultados de esta alianza en
el mediano plazo son de alguna manera predecibles: Ebrard se convertirá en
diputado federal y MC mantendrá el registro. En el largo plazo, es decir, en el
contexto de la elección presidencial de 2018, el panorama es mucho más
complejo.
Es evidente que Ebrard mantiene
sus aspiraciones presidenciales y por ello trabaja para construir, desde ahora,
un “polo progresista”, que no es más que un intento por unir a la izquierda, o por
lo menos a la mayoría de los retazos que hoy se mueven en el espacio político.
Si se toma como referencia el
acto celebrado ayer en la Cámara de Diputados –en donde se convocó a formar
este polo en su expresión legislativa con objeto de evitar la aprobación de las
leyes secundarias en materia energética que serán aprobadas, sin mayores
contratiempos, por el PRI y el PAN–, el futuro no es muy promisorio.
Al frente de izquierda se
adherirán los 20 diputados de MC y 14 del PT, pero difícilmente los 101 del
PRD. El coordinador de los diputados perredistas, Silvano Aureoles, de
inmediato descalificó la propuesta: “la dinámica y las tareas que hay que hacer
las definimos nosotros en el grupo parlamentario”, dijo.
Sin embargo, la izquierda
mexicana no se limita, por supuesto, a los partidos ubicados en esa franja
ideológica. Es ahí donde muy probablemente Ebrard está poniendo sus esperanzas.
“Marcelo es un político moderno y
profesional que tiene la capacidad para encabezar una coalición plural con
importantes fuerzas políticas y ciudadanas que impida el retroceso y, sobre
todo, cambie el rumbo de México”. Así terminaba el desplegado publicado el 3 de
noviembre de 2011 y firmado por 111 académicos, intelectuales, científicos,
artistas y luchadores sociales, de entre los cuales podrían destacarse Agustín
Basave, José Woldenberg, Marta Lamas y Mauricio Merino.
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